La palabra “Movimiento” tiene connotaciones históricas por lo sucedido en España durante la primera mitad del siglo pasado y que llegó hasta bien avanzada la centuria. En la actualidad se le está llamando “Movimiento 15-M” a la ocupación de plazas por parte de personas descontentas con la situación político-social y que comenzó en la madrileña Puerta del Sol el pasado día de San Isidro, con réplicas en plazas céntricas de varias ciudades españolas y, últimamente, en otras capitales europeas.
Se les llamó revueltas a lo sucedido anteriormente en varios países árabes, cuyo pistoletazo de salida (aquí hablar de pistoletazo tiene su realidad) se produjo en la plaza Tahrir (Libertad) de El Cairo el pasado día 23 de enero. Lo parecido entre ambas situaciones es el hartazgo y desesperación de parte de la población, principalmente jóvenes, y lo diferente es que mientras estos últimos clamaban por la democracia y la libertad, los españoles se quejan de que no les gusta la que tienen.
A la crisis financiera, que se destapó con la caída del banco norteamericano Lehman Brothers en septiembre de 2008, le siguió una crisis económica cuyos precedentes más próximos se han buscado en el crack de 1929. Crisis que se está prolongando más allá de lo deseable, a la que faltaba el siguiente paso como son las revueltas sociales. Revueltas que no han hecho más que comenzar y, de momento, por aquí se están desarrollando de forma pacífica, civilizada y organizada, con algún altercado provocado por los Mozos de Escuadra en la barcelonesa plaza de Cataluña.
Parece que en bastantes de sus reivindicaciones razón no les falta. ¿De qué estamos hablando? Hay un sistema en el que los llamados mercados o “tiburones financieros” se comen todo lo que se menea. Por comerse, se comen hasta países enteros. Son los que han provocado la crisis y nadie le ha puesto el cascabel al gato. Campan a sus anchas por el mundo, de rositas, mientras los políticos se tiran los trastos unos a otros acusándose del desaguisado, y el pueblo viéndolas venir.
Ya va siendo hora de que el sistema actual de partidos se adapte a los nuevos tiempos. Tenga en cuenta las redes sociales y las nuevas formas de comunicación y de organización. Se constituya una nueva ley de partidos que tenga en cuenta las distintas sensibilidades. Por ejemplo, no es asumible que un solo partido aglutine desde el centro derecha hasta la extrema, pues Gallardón, Aguirre y los contertulios de Intereconomía no parecen estar en la misma longitud de onda, aunque compartan siglas. O también, ¿no ha habido nadie que invente una nueva fórmula que sustituya al actual Sistema D’Hondt, que data de 1878, para otorgar los cargos electos en función de los votos? ¿Cómo es que los partidos, con una adscripción que no llega al 3% de la población, tienen luego toda la representación institucional? ¿Funciona en todos los partidos la democracia interna o hay diferencias sustanciales? ¿Son claramente honestos todos los políticos que van en las listas? ¿Son los partidos máquinas para ganar elecciones o para aglutinar sensibilidades y resolver problemas sociales? ¿Qué poder real tienen los gobiernos que elegimos? Por ahí también va la cosa e, insisto, esto no ha hecho más que comenzar.
Publicado en:
http://www.dclm.es/noticia.php?noticia=99256, 31-05-2011
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