A los aficionados a la cábala les resultará de interés la coincidencia del número 1973 de la resolución de la ONU con el año de la guerra del Yom Kipur, que dio origen a la primera gran subida del precio del crudo y a la consiguiente crisis económica producida por sus precios.
Está por ver si la resolución 1973 finalmente emitida por el Consejo de Seguridad de la ONU, tras el acuerdo alcanzado el 17 de marzo para evitar una masacre sobre la población civil insurrecta, llega a tiempo de cambiar el rumbo de la guerra civil en Libia. Imagino a muchos libios pronunciando algo parecido a: “a buenas horas, mangas verdes”. Tanto China como Rusia, con derecho a veto, se abstuvieron a última hora, lo que propició que se pudiera aprobar, aun con la abstención también de Brasil, India y la sorpresa de Alemania. Tantas horas de negociación, mientras iban cayendo una tras otra las ciudades sublevadas, no parece haber sido el mejor antídoto contra Gadafi.
El prusiano Von Clausevitz dijo hace tiempo que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Una resolución de la Organización de Naciones Unidas tiene poca validez ante Gadafi si no es impuesta “manu militari”. La preponderancia militar de los Estados Unidos es más que evidente, pero ya están metidos en suficientes conflictos como para abrir un nuevo frente. Así pues, han delegado en Francia y Gran Bretaña para llevar el liderazgo militar en esta contienda, si bien también participan activamente. Lo cierto es que España también participa de manera activa, aunque en mucha menor medida.
La Ley de Defensa Nacional española exige la aprobación del Parlamento para intervenciones militares en el exterior. Por ello, el Gobierno se ha puesto al habla con los principales líderes políticos, quienes mayoritariamente le han anticipado su apoyo, para que el pleno lo haga este martes. Sorprende, pues, que la prensa próxima al principal partido de la oposición sugiera un parecido entre esta intervención y la de Irak, aun a sabiendas de estar alejados de la realidad. Nunca se hubiera opuesto mayoritariamente la población española a aquella participación de España, si la circunstancia hubiera sido la actual, es decir, bajo los auspicios de la ONU e incluso con el visto bueno de la Liga Árabe, al que también se ha unido Turquía.
Las guerras siempre empiezan con “sanas” intenciones y pensando en resolverse en muy poco tiempo, pero las carga el diablo. A ver qué pasa con esta. ¿Se va a conseguir con esta intervención que baje el precio del petróleo? Más bien creo que no en el corto y medio plazo. No sólo porque la producción libia esté bajo mínimos y quizá siga así, sino porque los famosos mercados seguirán con su escalada especulativa, multiplicando su precio. Jugando con la imaginación, a ver cuándo sale una resolución de la ONU que envíe a la aguerrida OTAN a combatir contra los especuladores en sus cuevas de Wall Street y del resto de las principales bolsas mundiales.
Publicado en:
http://www.dclm.es/noticia.php?noticia=92895
http://www.lanzadigital.com/opinion/la_onu_y_libia-20227.html
Lanza de Ciudad Real, edición en papel, páginas de opinión, 21-03-2011
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