domingo, 25 de marzo de 2018

Desafección política


La detención en Alemania de Puigdemont y el reciente ingreso en prisión de algunos políticos catalanes más, relacionados con el «procés», ha vuelto a poner de actualidad la crisis política que se vive en Cataluña. Esto ha dejado en un segundo plano la crisis del máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid que, a su vez, había eclipsado la crisis de la manifestación de los pensionistas, la de la huelga por la igualdad de género, y así sucesivamente. 

A veces tenemos la impresión de ser más súbditos que ciudadanos, dado el comportamiento que se aprecia en determinados gobernantes. Todo esto provoca en la ciudadanía dos sentimientos: enfado y desafección. El enfado ya está en la calle y previsiblemente en las urnas, y la desafección provoca el alejamiento de todo lo que huela a política.

Si se le pregunta a la gente el porqué de su desinterés, responden no sentirse atendidos en sus necesidades y estar defraudados. Han visto evaporarse derechos que creían tener consolidados para toda la vida. Han visto cómo a los que habían votado hicieron lo contrario de lo prometido en campaña electoral: les desvincularon las pensiones del IPC, trataron de privatizar la Sanidad, los Servicios Sociales básicos se adelgazaron por presupuesto insuficiente, la investigación se paralizó, una generación de nuestros jóvenes mejor preparados se la regalamos a nuestros vecinos, se produjeron más despidos con nuevos empleos peor pagados…

Pero la desafección en democracia es peligrosa, porque si quienes más necesitan de la acción del Estado no van a votar, ganan aquellos que menos se interesan por su situación. Y esas políticas ya sabemos adónde conducen: a menos Estado, a más estímulo privado por encima de lo público y a ejercer el verdadero poder aquellos que no se presentan a las elecciones. Hay equipos trabajando en las redes sociales, y muy bien, para que la responsabilidad del gobierno se diluya entre todos los políticos del arco parlamentario, en un claro intento de provocar desafección, pues «todos son iguales». En nuestra inteligencia social reside el darnos cuenta y actuar en consecuencia.

Es necesario, pues, un mayor compromiso ciudadano con la política real, la de la gente, y eso empieza en la escuela; por eso es tan importante un pacto de Estado por la Educación. Por eso es necesario que la ciudadanía se interese, se informe y luego vote con la razón y no con la emoción del último titular de prensa. Titulares que están muy bien manejados desde no sabemos qué intereses, aunque los sospechemos.

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