La detención en Alemania de Puigdemont y el reciente ingreso en prisión de
algunos políticos catalanes más, relacionados con el «procés», ha vuelto a
poner de actualidad la crisis política que se vive en Cataluña. Esto ha dejado
en un segundo plano la crisis del máster de la presidenta de la Comunidad de
Madrid que, a su vez, había eclipsado la crisis de la manifestación de los
pensionistas, la de la huelga por la igualdad de género, y así sucesivamente.
A veces tenemos la impresión de ser más súbditos que ciudadanos, dado el
comportamiento que se aprecia en determinados gobernantes. Todo esto provoca en
la ciudadanía dos sentimientos: enfado y desafección. El enfado ya está en la calle y previsiblemente en las urnas, y la desafección
provoca el alejamiento de todo lo que huela a política.
Si se le pregunta a la gente el porqué de su desinterés, responden no
sentirse atendidos en sus necesidades y estar defraudados. Han visto evaporarse
derechos que creían tener consolidados para toda la vida. Han visto cómo a los
que habían votado hicieron lo contrario de lo prometido en campaña electoral: les
desvincularon las pensiones del IPC, trataron de privatizar la Sanidad, los
Servicios Sociales básicos se adelgazaron por presupuesto insuficiente, la
investigación se paralizó, una generación de nuestros jóvenes mejor preparados
se la regalamos a nuestros vecinos, se produjeron más despidos con nuevos
empleos peor pagados…
Pero la desafección en democracia es peligrosa, porque si quienes más
necesitan de la acción del Estado no van a votar, ganan aquellos que menos se
interesan por su situación. Y esas políticas ya sabemos adónde conducen: a
menos Estado, a más estímulo privado por encima de lo público y a ejercer el
verdadero poder aquellos que no se presentan a las elecciones. Hay equipos
trabajando en las redes sociales, y muy bien, para que la responsabilidad del gobierno
se diluya entre todos los políticos del arco parlamentario, en un claro intento
de provocar desafección, pues «todos son iguales». En nuestra inteligencia
social reside el darnos cuenta y actuar en consecuencia.
Es necesario, pues, un mayor compromiso ciudadano con la política real, la
de la gente, y eso empieza en la escuela; por eso es tan importante un pacto de
Estado por la Educación. Por eso es necesario que la ciudadanía se interese, se
informe y luego vote con la razón y no con la emoción del último titular de
prensa. Titulares que están muy bien manejados desde no sabemos qué intereses,
aunque los sospechemos.
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