miércoles, 4 de octubre de 2017

En las guerras no gana nadie


«En las guerras no gana nadie, pierden todos. Y si la guerra es civil, la pérdida es más fuerte que la de cualquier otra guerra». Miguel Delibes.

La guerra de Siria, que lleva devastando ese país desde hace más de seis años, comenzó por un grafiti que unos adolescentes pintaron en un colegio, alusivo al presidente al-Asad. Fueron arrestados y torturados. Luego, cuando se extendieron las protestas, las fuerzas de seguridad mataron a varios manifestantes. En el verano del 2011, cientos de miles de sirios pedían en las calles la dimisión de al-Asad, reformas políticas y el fin de la brutalidad policial. Hoy, Siria es una nación devastada, desangrada y con millones de desplazados.

Ya escribía en mi anterior artículo, Sinergias, en relación a la situación que se está viviendo en Cataluña, que el terreno en el que se está jugando ahora la partida ya no interviene la razón. Y cuando la razón se deja fuera, entran en juego las pasiones, y estas no siempre son de la mejor calidad. Decía Gandhi que responder a la brutalidad con brutalidad es admitir la bancarrota moral e intelectual, y que así solo se puede comenzar un círculo vicioso. Es el caso de Siria y tantos otros.

En términos de España, como ámbito geográfico y político, si hay un «nosotros» (incluyente) no debe haber un «ellos» (excluyente), porque ambos formamos parte del «todo», y ahí estamos todos. Si nos observamos, quizá nos demos cuenta de que a ambos lados del Ebro estamos utilizando los dos pronombres personales cambiados, y por ahí no vamos bien. He ahí un ejemplo de la importancia del lenguaje.

En España ha llegado el momento de tomar medidas excepcionales. En primer lugar, hay que hablar sí o sí y, además, los políticos deberían dejarse de estrategias partidistas (ni derechas ni izquierdas) y formar piña frente al mayor reto que tiene nuestro país en muchas décadas. Quizá no sería descabellado hablar de un gobierno de concentración nacional, pues ya no es solo la economía, es nuestra integridad nacional, es el bienestar de la población, es preservar el que para muchos de nosotros es el mejor país del mundo. No exagero, pues quienes hemos tenido la oportunidad de salir al extranjero lo hemos podido constatar.

Cuando un barco está a punto de hundirse, porque tiene una importante vía de agua, no se discute, se tapona la vía y se achica el agua. Luego se soluciona lo demás. La excepcional situación hace que ahora no sea el momento de buscar culpables, sino soluciones entre todos. Aún estamos a tiempo, pero no queda mucho. Eso sí, por favor, que nadie piense en armas pues ya sabemos quién las carga.







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