Las recientes medidas que ha tomado el gobierno de España para reducir el
déficit, entre las que se han visto involucrados los funcionarios, con una
reducción media del 5% en sus emolumentos, y las pensiones de mayor cuantía,
que no subirán el próximo año, han provocado la reacción de las organizaciones
sindicales, quienes han convocado una huelga en el sector público el pasado día
8, con participación muy desigual según la fuente: para el gobierno, del 11,85%
y para los convocantes, sensiblemente superior. Lo que parece evidente es que
la medida del éxito de una huelga no está tanto en su participación como en
conseguir mejorar las condiciones de sus trabajadores; todo lo que sea alejarse
de ese objetivo son lecturas interesadas con otros fines.
Distintos analistas se plantean si el 8-J ha sido un ensayo de huelga
general. De hecho, el sindicato CSI-CSIF se ha quejado de haber sido utilizado
por los mayoritarios UGT y CC.OO. para ese ensayo y no tanto para reclamar los
derechos salariales de los funcionarios. Una de las preguntas que surgían en
las distintas tertulias de los medios audiovisuales es cuál es el verdadero
poder de influencia que tienen los sindicatos. Algunos tertulianos manifestaban
que muy poca, no ahora, sino en los últimos años, mientras que otros se
quejaban de que los verdaderamente perjudicados de la escasa representatividad
sindical sean los propios trabajadores. Sea como fuere, el caso es que la
huelga del pasado día 8 parece haber sido más un ensayo para una hipotética huelga
general, y una prueba de poder de convocatoria, que un intento de conseguir
realmente el objetivo de que no les rebaje el 5% de media en el sueldo a los
funcionarios.
Algo que también parece evidente es que los distintos gobiernos europeos
están adoptando acciones de gobernabilidad con independencia de ideologías y de
programas electorales. El pragmatismo se impone ante la dramática situación
económica en la que estamos inmersos, con el euro amenazado de jaque. Tan es
así, que gobiernos como el conservador de Angela Merkel en la poderosa Alemania
o el de David Cameron en el Reino Unido, quien recientemente ha sustituido al
laborista Brown, se estén olvidando de sus promesas electorales y lancen
mensajes a sus ciudadanos sobre las dolorosas medidas económicas que se ven
obligados a tomar. Dificultades, que en el caso del Reino Unido, ya avisan de
que pueden durar incluso décadas. Evidentemente, el gobierno español ha tomado
las medidas apropiadas, aunque puedan ir en parte en contra de sus políticas sociales;
políticas que han incrementado en los últimos años hasta en un 50% las ayudas
que había de gobiernos anteriores. Las acciones de gobernanza se han de tomar
en cualquier caso aun a costa de que ello suponga una rebaja en intención de
voto en las encuestas, porque primero está España. Ojalá todos los partidos
pensaran igual.
Cuando desde el partido de la oposición en España escucho frases de papeles
cambiados, como su preocupación por los trabajadores y por las clases
desfavorecidas, no puedo por menos que esbozar una irónica sonrisa. Quizá sería
más útil para todos que ese partido hiciera como han hecho sus colegas de otros
países: ayudar a sus respectivos gobiernos en la recuperación económica, como
hace unos días le recordaba a los conservadores españoles un colega del partido
popular europeo.
http://www.dclm.es/news/120/ARTICLE/66619/2010-06-09.html
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