domingo, 19 de diciembre de 2010

¿A dónde va Europa?

Cuando llegan las elecciones al parlamento europeo, muchas personas deciden no ejercer su derecho al voto, en la creencia de que no les afecta demasiado. Del resultado de quienes sí fueron a votar, el 7 de junio de 2009, surgió la actual composición del europarlamento, con mayoría conservadora y liberal. El pasado día 14 fue rechazada una directiva llamada de “permiso único” en donde se iba a hacer legal una serie de discriminaciones laborales y pérdida de derechos para los trabajadores procedentes de países externos a la UE.

Entre los derechos que habrían perdido de haber salido aprobada la directiva, cabe destacar no cobrar su pensión de jubilación en caso de regresar a su país, después de llevar años trabajando y cotizando en la UE, lo que les obligaría a quedarse. Otro punto importante es que no podrían haber disfrutado de sueldos europeos por trabajos desarrollados en la UE, sino la misma cifra que se cobrase en sus países de origen. No imagino yo a nadie comprándose la comida en las tiendas de Francia, por ejemplo, con el sueldo de Senegal, no digamos tomarse una consumición o asistir a un evento cultural.

Estos días se han cumplido dos años desde que el eurodiputado socialista español, Alejandro Cercas, liderara la consecución del rechazo de la eurocámara a otra directiva no menos polémica, que pretendía establecer jornadas semanales de 65 horas, como una negociación entre empleador y empleado. Ahora ha vuelto a ser él quien ha liderado este nuevo rechazo. Empieza a ser problemático que este tipo de directivas consigan llegar al europarlamento y estar en un tris de ser aprobadas. Así, no resulta descabellado plantearse qué tipo de directivas estará pergeñando algún lobby con aviesas intenciones hacia los trabajadores.

Cuando se desató la crisis financiera en 2008, con la caída del banco norteamericano Lehman Brothers, la gente lo vio como algo ajeno. Se oía hablar de la crisis en todos los medios de comunicación, pero no fuimos conscientes de su gravedad hasta la progresiva subida de las cifras del desempleo, el recorte medio del 5% que los funcionarios sufrieron (quienes se sentían los más protegidos) o la congelación de las pensiones más elevadas, entre otros.

Hoy ya es del dominio general que la crisis la provocaron las llamadas políticas “neocon”, el “todo vale” de la ingeniería financiera (por cierto, qué mal uso del término ingeniería). Destacados líderes mundiales han manifestado la necesidad de poner coto a la voracidad de los tiburones financieros; pero aún nadie se ha atrevido a ponerle el cascabel al gato y parece resultar más fácil controlar otras variables económicas, para que al final acabe pagando el pato el más débil.

Un claro caso ha sido el del conservador británico David Cameron, quien prometió una serie de ventajas antes de las elecciones y, una vez ganadas, nada de lo dicho. Día sí, día también, se están montando protestas de diversos sectores, sobre todo el estudiantil, ante el impresionante incremento de las tasas académicas. Quizá si muchos de esos manifestantes hubieran acudido en su momento a las urnas, ahora no tendrían que salir a la calle.

Muchos se preguntan cómo es posible que un gobierno progresista, como el español, esté ahora aplicando algunas políticas económicas que parecen emanadas del más puro estilo conservador. Otros comentan que si este gobierno las aplica, habría que ver qué no haría un gobierno realmente de derechas. Desde Bruselas se han dado instrucciones a todas las economías de la zona euro para establecer una política de recortes; política que están acatando todos los Estados, en mayor o menor medida, con independencia de colores políticos.

Parece haber fuerzas interesadas en que el llamado estado del bienestar, conseguido en Europa durante décadas, llegue a su fin. Las declaraciones de Aznar, por ejemplo, hace unos días en el Wall Street Journal, no dejan lugar a dudas sobre un especial empeño en caminar en dirección opuesta al interés mayoritario de la ciudadanía. Él lo aplicaba a España, pero la receta es igualmente válida para toda la eurozona. El adormecimiento relativo de la ciudadanía europea toca a su fin y empieza a vislumbrarse el toque a rebato.

Publicado en:
http://www.dclm.es/print.php?a=84658
Lanza de Ciudad Real, 21-12-2010, pág, 35.

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